Escrito por Charlize Althea García y Traducido por Mitzi Ruiz, Dec. 10, 2024
En la escena musical donde el latín y lo latino nunca recibe la misma atención a comparación con la sinfonía tradicional, la Orquesta Filarmónica de Los Ángeles celebró el Día de los Muertos a través de tocar las obras musicales de Heitor Villa-Lobos, Gabriela Ortiz y Silvestre Revueltas en el primero de noviembre.
El latin y la música latina siempre han tenido un récord en ser una “presentación principal” en un programa, nunca una práctica rutina o elemento básico. Aunque la Orquesta Filarmónica de Los Ángeles, conocida como el LA Phil, ha hecho esfuerzo en combatir estas normativas, aún se puede hacer mucho más considerando la cantidad de repertorio y la comunidad y tiempo en que vive la orquesta.
Para celebrar el Día de los Muertos, las tres obras fueron seleccionadas como ofrendas.
“Chôros No. 10” fue compuesta en 1926. El LA Phil primero la tocó en 1997, casi 70 años después de su estreno/lanzamiento. No familiarizado con la programación del LA Phil en los ‘90s, yo aun estoy insegura de que si la orquesta ha hecho suficiente progreso congruente con los alrededores sociales de la comunidad, reconociendo el repertorio casi infinito de compositores fuera de la música clásica occidental.
Lo que se escucha como una composición europea de principios del siglo XX por los primeros ocho minutos, completamente cambia de dirección hacia un paisaje extranjero desconocido. “Chôros No. 10” por Villa-Lobos es una obra que puede cambiar la percepción entera de la música clásica. Empezando con su instrumentación la obra consiste de un gran coro, orquesta llena y considerablemente repleta de instrumentos brasileños.
“Chôros No. 10” es una obra que la generación actual puede captar y apreciar. El uso de la percusión, la primacía del ritmo (de la música) y el ritmo del coro fueron cosas con las que el oyente de hoy se pueden identificar.
Esta obra puede dividirse en dos partes, la primera habitando un estilo composicional europeo pero dentro de sí mismo ecléctico con episodios de percusión, rociado con elementos espontáneos de viento metal y metros irregulares que cambian cada compás.
Las melodías de los instrumentos de viento madera eran juguetonas, simultáneamente produciendo momentos de mística a través de sus solos transitorios. Los instrumentos de cuerdas de tono agudo en momentos tenían una calidad chirriante mientras los instrumentos de cuerdas de tono grave,con melodías mínimas, creaban un tono oscuro apoyando los instrumentos de viento metal de tono grave.
Y en tan solo unos cuantos compás, hubo un cambio completo introducido por el solo palpitante del bajón.
La puerta se abrió hacia un ritmo distinto emulado por una familia de percusión. El enfoque cambió de la orquesta hacia el coro ya que imitaban el mismo ritmo del bajón. El coro era casi cinemático. El ritmo de cantos fue compartido a lo largo de las voces bajas, pero cada una recitaba un texto diferente, creando un caos fascinante que también era memorable. Las voces altas se unieron con una melodía lúcida que aumentaba el drama.
La obra conseguiría la misma recepción tal como cualquiera de las obras clásicas occidentales celebradas que realiza el LA Phil si fuera tocada más en otras orquestas renombradas. Esta obra tiene la habilidad de captar y retener la atención del oyente de hoy.
A continuación de la misma naturaleza cinemática, “La Noche de Los Mayas” por Silvestre Revueltas fue compuesta para el largometraje del mismo nombre en 1939, primero interpretado en el LA Phil en 1998. La obra apoya la narrativa de una tribu de mayas que conocen a un explorador extranjero y se dirige a la tragedia y romance.
El principio de la obra era grande y ruidoso. Los violines estaban casi siempre en un registro más alto emparejado con un motivo de bramidos de instrumentos de viento metal que contribuyeron a la fuerza de los mayas. Acercándose al final, la sección de percusión, compuesto de casi 10 músicos que tocaban instrumentos que variaban de origen cultural, interpretaron una cadenza (cadencia) que era sorprendentemente modesta considerando el génesis y tema de la obra. Para una sección de percusión tan imponente, suplementado con instrumentos tan coloridos, sus improvisaciones se sentían apagadas, casi cuidadosas y calculadas.
Sin embargo, La Noche de Los Mayas bellamente combinó la sinfonía clásica con estilos musicales mexicanos que crearon una interpretación temática y memorable.
”Yanga” de Gabriela Ortiz, compuesta en 2019, da lugar a otra conversación sobre la defensa cultural en la música clásica. “Yanga” está basada en el líder africano, Gaspar Yanga, anteriormente de las personas esclavizadas que resistieron a los españoles a principios del siglo XVII. Él dirigió a una comunidad de personas esclavizadas fugitivas en las regiones cerca de Mt. Orizaba en el este de México y negoció con los colonizadores españoles por su libertad.
Esta obra presenta un cuarteto de percusión con instrumentos incluyendo batas, okonkolo, itoteles, iya, djembe, rasp, guiro, cajas de madera, shekere, jam block, crotales, cajon, caxixi, drum set, claves, congas y bongos, interpretado por el Ensamble de la Percusión Tabuco. Desde los ritmos sincopados compartidos con el ensamble de la percusión y la orquesta hasta las recitaciones sonoras del coro, el tono de “Yanga” era señorial y dignificado pero el mensaje estaba perdido, aún más, escondido.
Para contar una historia de tanta importancia, no es suficiente presentarles a una audiencia, a la que lo más probable es compuesta de gente quienes no tienen idea de quién es esta persona histórica, un puñado de instrumentos africanos que ni si quieran se adhieren a los ritmos africanos para retratar un evento cultural tal como la resistencia de personas esclavizadas en la colonización. El uso de la percusión parecía oportunista y deficiente en lo que pudo haber sido algo transformativo.
También puede ser contraintuitivo por la combinación con los instrumentos clásicos occidentales, y aun así dentro la orquesta, no hay originalidad notable hacia la cultura. De esta manera, la dicotomía define claramente una otredad, clasificando los instrumentos de la percusión como el otro, en este caso Yanga.
La audiencia está apoyada por una nota de programa y un poema, ambos de lo cual no ayudaron en producir un significado sustancial sobre esta obra. Considerando este tema, el texto debería de producir una explicación explícita que ayude al lector mientras escucha.
“Yanga” fue encargado por Gustavo Dudamel, director de orquesta de la tarde, para acompañar la Sinfonía no. 9 de Beethoven. Hasta en su concepción, el intento de contar la historia es secundaria; fue escrita para complementar a Beethoven, no ser independiente de.
La inclusión de la música desde un mundo hispanohablante de programación de música clásica debería hacerse más de como una necesidad, igual de normal que tocar una sinfonía de Beethoven en una sala de concierto. Las orquestas no necesitan ni una festividad ni un programa temático para conmemorar lo que ya ha existido por décadas. Hay mucho más música fuera del mundo clásico occidental que debería ser tocada.
Por el bien de su vitalidad, obras clásicas culturales necesitan encontrar un hogar permanente en los salones de concierto. Y yo garantizo que la generación actual va a apreciar esta inclusión, y a lo mejor hasta motivarlos a permanecer sentados en un concierto.
Imagen destacada cortesía de Farah Sosa y la Asociación de la Orquesta Filarmónica de Los Ángeles
*Para leer esta historia en inglés, haga clic aquí.